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Fui forastero y me recogisteis: Una mirada cristiana a la migración en México

  • Writer: megram80
    megram80
  • Jul 14
  • 2 min read
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En medio de la creciente crisis migratoria que atraviesa nuestra región, particularmente en la frontera sur de México, se ha vuelto común escuchar discursos que reducen a los migrantes a cifras, amenazas o cargas sociales. Sin embargo, como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días,  me resulta imposible observar esta realidad sin recordar las palabras de Jesucristo: “Fui forastero, y me recogisteis” (Mateo 25:35). Considero que esta enseñanza  no es solo una metáfora espiritual, sino una directriz concreta para la conducta social, de cualquier persona que se considera cristiano.

 

México, históricamente un país de migrantes, enfrenta hoy el reto de acoger a miles de personas desplazadas por la violencia, la pobreza y la persecución en Centroamérica. Muchos de ellos no buscan “invadir” ni “aprovecharse” del sistema, como algunos discursos sugieren. Simplemente buscan sobrevivir. Y en esa búsqueda, nos ofrecen a los mexicanos una oportunidad única: demostrar si nuestros valores cristianos son solo palabras o principios vivos.

 

Desde la perspectiva del cristianismo, todos somos hijos de Dios, con un valor eterno e instrínsico. Esta  hermosa doctrina nos obliga a mirar a todos nuestros semejantes, incluyendo a las personas que imigran no como un extraño, sino como un hermano o hermana. ¿Cómo podemos reconciliar esa verdad con la indiferencia, el rechazo o incluso el abuso que muchos enfrentan al cruzar nuestro país en esta condición?

 

Algunos argumentan que ayudar a los migrantes es poco realista o incluso peligroso. Pero la compasión no es ingenuidad. Es valentía. Es reconocer que, aunque no podemos resolver todos los problemas estructurales, sí podemos elegir cómo tratamos al prójimo.

 

Muchas iglesias han demostrado esto al colaborar con albergues, brindar ayuda humanitaria y promover la autosuficiencia entre comunidades desplazadas. Estos esfuerzos no solo alivian el sufrimiento, sino que dignifican a quienes lo padecen.

 

Es mi creencia personal que Dios conoce el corazón de todos sus hijos.

 

¿Qué revela nuestro trato a los migrantes sobre la escencia de nuestro corazón?

 

Si profundizamos un poco más y filosofámos un poco, la migración no es solo un fenómeno social. Puede ser compartado a una prueba espiritual. Y como tal, exige ser abordado con respuestas que trascienda la política y se anclen en la fe.

 

No todos podemos abrir un albergue o donar grandes recursos. Pero todos podemos elegir no ser indiferentes. Podemos informarnos, hablar con empatía, enseñar a nuestros hijos a ver al migrante como un igual. Podemos, en suma, vivir nuestras convicciones religiosas no solo en el templo, en la capilla o en la sinagoga; sino en la calle, en las fronteras, y lo más importante en nuestro corazón.

 

Porque cuando recogemos al forastero, no solo estamos ayudando a otro. Estamos tratando de ser un poco más como Cristo.


Lo mejor está por venir…

 
 
 

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